¿Te ha pasado esto?: Tu cita a ciegas fue un éxito. Invitas a tu pareja (o parejo) a casa para un trago de medianoche. Caminan hasta tu puerta. Pretendes hacer un gesto suave, y abrir la puerta de un solo movimiento, sin interrumpir el simpático monólogo que llevas hace rato sobre ti mismo. Esperas que a la maldita cerradura, hoy no le de por ponerse mañosa. No tener que comenzar a forcejear a dos manos mientras le das puntapiés a la puerta. Vergonzoso. Patético. Estás narrando la parte en que metiste ese primer gol triunfal en el campeonato inter-escolar, mientras metes tu mano al bolsillo. Tienes que soltarle la mano a tu pareja para buscar en el otro bolsillo...
El resto de la noche te la pasas caminando en busca de un cerrajero que esté abierto a esa hora. Deberías haber evitado el numerito en que te revolcabas de rabia en el suelo; y deberías haberte ofrecido a acompañar a tu pareja a su casa. ¡Eso pasa por andar pensando en añejas glorias deportivas!